Million Pieces
Ella era distinta. Era fuego y hielo a la vez. A veces, me derretía con su mirada. Otras, me enviaba al lugar más oscuro que pudiera imaginar.
Me agarraba tan fuerte que parecía que no podía respirar y al segundo me lanzaba al abismo. Me besaba con fuerza y luego su indiferencia me abofeteaba.
Era mi marca de heroína un día y al otro mi porro diario cuando algo exasperante o malo me sucedía.
Ella estaba rota, pero aún así era la mejor canción de jazz que mis dedos podían tocar cuando recorría su cuerpo. Era la octava maravilla cuando se reía.
Y me rompió. No sé si por puro egoísmo o porque sentía que no la llegaba a comprender. Pero lo hizo, y eso me sumó para siempre en su caótica vida.
Todo empezó cuando la conocí, para qué mentir, aunque no era consciente de ello. Aquella noche comencé a perderme.
Comentarios
Publicar un comentario