Alive.

Saltó por la ventana de su habitación como cada noche, cuando la luna se encontraba en lo alto y ya escuchaba los ronquidos de sus progenitores. Comenzó a andar en cuanto sus pies hubieron tocado el suelo mientras encendía un cigarrillo, inhalando profundamente su humo segundos después.

Su cuarto era la tercera parte de su criptonita, le faltaba la respiración cada vez que allí se hallaba, las paredes parecían reírse de ella y aquellas fotos... Nunca se atrevió a tirarlas, dejar que el fuego las purificase y pasasen al aire que ella tendría que respirar. Y así tener la sensación de que su perfume, y por lo tanto él, se encuentran siempre con ella, como la camiseta que hace meses no se quita. Porque era mía.

Su mente regresó a aquel día en que todo cambió, cuando había posado su mano sobre el corazón y sus rodillas se unieron con el frío suelo que desde ahora sería mi hogar. Todos lloraron, pero ella... Ella estaba rota, vacía. Me quería a pecho descubierto.

Ella decía que me había entregado su alma, y yo sentía habérmela llevado.

Pero lo que la muchacha no sabe es que se la devuelvo cada noche para que su alma y la mía puedan hacer el amor, para que yo pueda ver su deslumbrante sonrisa a través de sus lágrimas, para que pueda sentirme vivo.

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