Twenty-four.

Hola, mejor amiga.

¡Hoy cumples 24! (¿O mejor dicho 16?)

He estado comiéndome el coco entre hoja y hoja de apuntes que me he metido en el cerebro, colapsado de tantas fechas, fórmulas, constelaciones y la madre que las parió a todas.

¿Recuerdas que te dije que estuvieses atenta a este blog, porque tenía una idea abstracta que dedicarte?

¿Sí? Bueno, pues allá va:

Tras meses de trabajo y sacrificios, yo, Anabel, me encontraba preparada para llevar a cabo lo que por mi mente había pasado una y otra vez durante los últimos cinco años.

Cinco años levantándome y acostándome con un único propósito, una única meta de la que partiría con otra en cuanto la hubiese alcanzado.

Mis padres y la gente de mi alrededor me tachaban de loca. Sí, posiblemente padezca algún tipo de locura que me hace realizar planes que muchos tacharían de 'anormales'.

Os resumiré un poco el por qué de esta meta:

Hace ya cinco años, un grupo de música llamado One Direction, alejado de mi gusto musical, me cautivó. Veía sus vídeos y escuchaba sus canciones una y otra y otra vez. Subía sus fotos a mis redes sociales y hablaba de ellos las veinticuatro horas del día―sí, soñaba con ellos―. Mi adoración, o quizá obsesión, por esos chicos llegó a tal punto, que yo, la persona más desconfiada del mundo, comencé a agregar a chicas y chicos de todo el país fans del mismo grupo. Creé mi propia rutina: despertar, One Direction, ir al instituto, One Direction, hablar con mis amigas y amigos cibernéticos, más One Direction.

Por supuesto, encontré entre ellas a mi mejor amiga.

No penséis que fue una relación maravillosa desde el principio, no, más bien, empezamos con mal pie. Yo era de las que decía que odiaba a Justin Bieber, y resultó que ella era Belieber. Ella me puso en mi sitio―¡vaya si lo hizo!― y me hizo abrir los ojos. Vamos a ver, ¿qué me ha hecho a mí el chico ese? ¿Ser famoso? Aparté de mí la soga de la sociedad que quedaba en mi cuello y comencé a nadar en dirección contraria.

Llegó Cher Lloyd a mi reproducción aleatoria―ya sabéis que en los grupos de WhatsApp te llega de todo―. Me encantó e investigué. Leí que le habían tirado botellas de orina durante una actuación e indignada actualicé mi estado, a lo que Cristy, así se llama, quién resultó ser Brat, contestó algo como que le parecía inaudito. Y comenzamos a hablar de nuevo.

Día tras día sin parar íbamos sabiendo más la una de la otra.

Llegó un día en el que le pasé una mini-historia escrita por mí y dijo que le había encantado. ¿Sabéis lo que es eso? ¿Que mi ídola me dijese eso?

¡Oh, no lo he mencionado, cabecita la mía! Su voz es maravillosa, y lo sé por que subió tres covers a YT―ya podría subir más, la guarra―. Además, es una persona maravillosa y parece ser mi otra mitad.

A partir de ahí nunca más discutimos; ella insistía en que yo tenía talento para los escritos y yo en el don en su voz. Me levantó el ánimo muchas más veces de las que podría contar. Me hizo reír como nadie más hizo y bueno, cosas innumerables.

No quiero aburriros. Seguro que querréis que pase al meollo de la cuestión, que seguro ya os oleréis:

¡Voy a atravesar el país para verla! Sí, y a ser posible, el día de su cumpleaños.

Lo primero que hice al levantarme fue revisar la maleta por enésima vez. Acto seguido, preparé café para todos.

La primera en aparecer fue mi progenitora, siempre con una sonrisa deslumbrante que dedicarme.

―Mamá, me voy a Valencia tres días.

―¿Y eso, hija?

―Es el cumpleaños de mi mejor amiga―me encogí de hombros―. Quiero darle una sorpresa.

―Pero, Ana, nunca le has visto, no sabes si en realidad es ella o un violador―repitió como un mantra que tantas veces había escuchado ya.

―Hablamos por skype, mamá, la he visto por webcam.

―Bueno, bueno, pero llama todos los días, ¿eh?―cedió una vez más, sólo para ver mis luceros iluminándose y sentir mis labios en sus mejillas.

―Salgo en tres horas, así que voy a prepararme. Iré al pueblo a despedirme de papá y los abuelos, sé que estará ahí.

―¿Pero vas en coche?

―Sí, mamá. No había vuelos.

Tras muchos abrazos y besos de mi madre y mi hermana, como si fuese a irme a la guerra, cerré el maletero que guardaría a buen recaudo mi compañera de viaje y salí, sintiendo el aire despeinar mis cobrizos cabellos y tarareando la canción que en la radio comenzaba a sonar.

Al llegar a la morada de mis abuelos, vi a mi padre mirarme extrañado. Hablamos―y discutimos, mucho― y tomé dirección Valencia, no sin antes despedirme de mis viejillos.

Paré en una área de servicio cerca de Madrid a repostar y a descansar largo y tendido. Tomé un bocadillo de tortilla y bebí cola, mucha cola. Me esperaba un largo trayecto hasta mi destino.

Eran las doce de la madrugada cuando llegué al motel en el que me hospedaría durante dos noches. Nada más acostarme en la cama, mis ojos se cerraron y fui con Morfeo, que trajo a mí un montón de ideas, por lo que a las dos horas ya me hallaba plasmándolas todas en mi cuaderno.

Cuando creí estar saciada y haber liberado a mi cerebro, el Dios volvió a ofrecerme su lecho y yo lo acepté gustosa.

Siete horas después, me encontraba en la ducha, arreglándome para quedar con una amiga de Cristy, mi cómplice en esta sorpresa.

Sólo a mí se me olvida poner a cargar el móvil, así que para llegar hube de emplear el poco valenciano del que me acordaba de algunos veranos en los que aquí había estado, antes de saber de la existencia de Cristy, por supuesto.

―Hola―saludó alguien detrás de mí.

Me giré y me encontré con la cómplice.

―¡Hola!―le di dos besos―. Encantada y, oye, gracias por ayudarme.

―No es nada―sonrió―. Todos los años hacemos los mismos planes, así que eres como un oasis en medio del desierto.

―¿Crees que le gustará?―mi ceño se frunció, una vez más la inseguridad que se había instalado a mí poco a poco a lo largo de los años salía cuando menos se le necesitaba.

―¡Por supuesto que le gustará! ¡Habla todos los días de ti!

[...]

Estoy en un parque, sola, mirando el móvil cada dos por tres, a la espera de que aparezcan todos, y con ellos, mi mejor amiga.

Los minutos son horas y cuando ya no me quedaban más uñas que morder, por fin vi a lo lejos como mi cómplice se acercaba guiando a Cristy, hasta a mí. Después de cinco años por fin podría abrazarla.

Cuando se hallaban a un metro de mí, su amiga le quitó la venda. En cuanto sus ojos se hubieron acostumbrado a la luz, me miró. Yo sonreí para luego ponerme seria; se había quedado estática. Respiré tranquila cuando su sonrisa iluminó su tez, yo corrí hasta ella y la estreché con todas mis fuerzas entre mis brazos.

Hablamos, bebimos, nos abrazamos y seguimos hablando. Todos me acogieron bien, y juntos le cantamos el cumpleaños innumerables veces.

Cristy y yo no paramos de sonreír en toda la noche.

Al día siguiente, el día de mi partida, lloramos, ¡vaya si lloramos!

Prometí volver en cuanto me fuese posible.

Volveré, siempre.

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Happy 24th birthday, best friend.

Tú eres como mi sangre, acudes a mi herida sin llamarte. Tu presencia en mi vida es inevitable.

My best friend, best friend 'till the very end, 'cause best friends, best friends don't have to pretend.

Distance means nothing when someone means everything.

Love you to the moon and back a million times,

Belx

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