#Imagina, Louis Tomlinson & Saray.
Despertarme, ducharme, comer, trabajar. Siempre lo mismo. No tengo ni un sólo minuto para mí. «Saray, haz esto. Saray, haz lo otro». Pero esta noche iba a cambiar todo. Toda la tarde la iba dedicar a peinarme como Dios manda, maquillarme, ponerme un vestido de escándalo y unos tacones más altos que la Torre Eiffel. Y cuando la luna estuviese en lo alto del cielo, salir. Comerme el mundo. Conocer gente nueva. Y, tal vez, sólo tal vez, enamorarme.
Llamé a Bel, mi mejor amiga. Pero como siempre, pasaba del mundo. Así que esta noche saldría sola.
Abrí el armario. Pantalones, camisetas, faldas... Y ningún vestido. Cogí el suficiente dinero y me dispuse a salir de casa. Pero mi móvil sonó.
―Saray Larrosa Conde, coge un puto vestido y unos putos tacones. Porque esta noche sales conmigo.
―Pero...―fui interrumpida, como siempre.
―¿Qué pero ni que ocho cuartos? Hoy sales, ¿eh? Cómo si tengo que agarrarte de los pel...
―¡YA TENÍA PENSADO SALIR ANTES DE QUE ME LLAMASES! AHORA NO SALGO. YA ME HAS CABREADO.
Me colgó. Jodeeeeer, en estos momentos me estoy temiendo lo peor. Sonó el timbre y, cómo siempre, abrí sin mirar. ¿Adivináis quién era? Exacto, Bel.
Entró como alma que lleva el diablo y casi voló hasta llegar al dormitorio y abrir el armario.
―No tienes vestido―setenció antes de ir al zapatero―. Y tampoco, sin ánimo de ofender, zapatos bonitos. Tira pa' fuera que vamos de compras.
―TE LLAMÉ YO PARA DECIRTE QUE SALDRÍA Y NI PUTO CASO Y AHORA VIENES Y ME PONES LA CASA PATAS ARRIBA. ¿QUÉ MOSCA TE HA PICADO?
―ZAYN ME HA DEJADO, ¿VALE?―comenzó a luchar contra las lágrimas que ya se asomaban por sus marrones ojos―Y ESTOY HASTA LOS COJONES DE QUE SEAS UN ZOMBIE ANDANTE, Y ANTES DE QUE YO TAMBIÉN LO SEA VAMOS A SALIR Y A SER LO QUE ANTES ÉRAMOS. ¿VALE? ASÍ QUE VÁMONOS DE COMPRAS SI NO QUIERES QUE ME ENFADE MÁS POR LLORAR EN PÚBLICO.
―Soy yo, Bel. Conmigo puedes desahogarte...―bajé el tono de voz para que ella hiciese lo mismo. Si yo grito, Bel puede hacerlo más alto.
―No me gusta mostrar mis debilidades ni con mi propia madre, debes saberlo ya―se limpió un par de lágrimas rebeldes―. ¿Vamos?―una falsa mueca se formó en sus facciones en un intento de esbozar una sonrisa.
[...]
Después de haber ido tienda tras tienda, había encontrado el vestido y los zapatos perfectos. La prenda comenzaba con un corsé de escote corazón y detalles dorados y se ceñía a mi cuerpo hasta por encima de mis rodillas. Unos zapatos altísimos con pinchos, dorados al igual que los detalles del vestido, vestirían mis pies esta noche. El color de ambas adquisiciones era negro, por supuesto.
Mi amiga se había decantado por un ceñido vestido azul mar con escote corazón que le llegaba hasta más arriba de sus rodillas. Unos elegantes pero cómodos zapatos plateados calzarían sus pies esta noche.
Ya en mi casa, cenamos ligeramente y nos dispusimos a arreglarnos. Había olvidado casi por completo cómo maquillarme y no tenía ni idea de qué hacerme en el pelo. Por eso, cuando Bel entró en mi cuarto, ya lista y absolutamente preciosa, yo aún seguía con la toalla tapando mi ya aseado y seco cuerpo.
―¿Aún estás así?―enarcó las cejas, haciendo que sus ahora negros ojos, resaltados con sombra celeste y máscara de pestañas pareciesen dos perlas negras. Sí, sus ojos cambiaban de color. Cuando se enfadaba o emocionaba, el marrón se volvía negro.
―Es que no sé qué hacerme en el pelo, y mucho menos cómo maquillarme.
Puso los ojos en blanco y, cogiendo un taburete de sabe Dios dónde, se sentó enfrente de mí y comenzó a maquillarme. Sabía de sobra que odiaba acicalar al prójimo, así que me quedé cual estatua para no colmar la poca paciencia que tenía.
―Listo―esbozó una sonrisa de verdadera satisfacción con su trabajo.
Me miré en el espejo. Simplemente comencé a querer más a la petarda de mi mejor amiga. Por lo general, siempre que me aplicaba sombra o cualquier cosa más que delineador, mis ojos, ya de por sí pequeños, lo parecían más. Pero el contraste de sombras que hizo―negra y dorada― y una fina línea de eyeliner, que se extendía hasta juntarse con el delineador del párpado inferior, hacían mis ojos mucho más grandes y, para qué mentir, más bonitos. Un ligero color carmesí adornaba mis labios, haciéndolos más carnosos. Bel se situó detrás de mí y me pellizcó las mejillas, para así tener un rubor natural en mis mejillas.
―¿Sabes que te quiero?―sus ojos brillaron y yo esbocé la sonrisa más grande que jamás le había dedicado.
―Lo sé, pero yo más―iba a discutirle eso, pero me interrumpió―. Shhh... déjame pensar qué hacer con ese pelo. Recoger semejante cabello no, desde luego.... ¡YA SÉ! Pero no puedes verlo hasta el final, así que...
Salió de la habitación y volvió pocos segundos después con un par de mantas para tapar el espejo de mi pequeño tocador y un maletín lleno de cosas para el pelo.
Me senté en el taburete e intenté tranquilizarme lo máximo posible, odiaba que me tocasen el cabello. Era superior a mis fuerzas.
Cinco minutos después, paró de jugar con mi pelo y escuché las mantas caer en el suelo. Abrí mis ojos. Bel, haz sopa y cómela sobre mis cuencas, pensé. Mi melena larga caía hasta la cintura, por lo general lisa. Pero hoy algo en él había cambiado. Tenía volumen, y ligeros tirabuzones sustituían los tristes mechones rectos. Así que eso era cuidarse un poco. Quererse, mimarse...
―Te adoro.
Sonrío, y antes de salir del dormitorio para que pudiese vestirme, objetó: 'Eso dices ahora, ya verás como dentro de unas horas estamos gritándonos... Yo también te adoro, enana'
[...]
Estábamos en la discoteca más transitada de Londres, miles de zorras dejaban poco para la imaginación de los perritos falderos que las seguían a todas partes. Y Bel y yo, simplemente, divisando el terreno. Como en los viejos tiempos.
Una melodiosa risa llamó mi atención encima del bullicio. Busqué la dirección de procedencia de tan maravillosa música para mis oídos y, sin darme cuenta, mis pies se hicieron camino entre la multitud y se situaron a escasos metros de ese ser. Lo que primero despertó mis sentidos fueron los mares que utilizaba para ver, haciéndome nadar en ellos―aunque no supiese hacerlo―. Después, su sonrisa, dejando ver todos sus perfectos dientes, provocando que unas arruguitas se formasen en la comisura de su boca. Por último, me fijé en sus ropas: una camiseta negra grabada con la palabra KILLERS en blanco, unos pantalones vaqueros doblados a la altura del principio de su pantorrila, y unas Vans sin calcetines. Miré a su entorno: un rizoso, un rubio, y un moreno con pelo corto estaban rodeando al hombre que llamó mi atención.
―Saray, ¿por qué miras tanto a los amigos de Zayn?
―¿Son amigos de Zayn?
―Sí―miró a su alrededor―. Hablando del Rey de Roma... Voy a hablar con él.
―Bel, ¿no irás a suplicarle volver, no?
―¿Tan poco me conoces? Haré que él suplique―una sonrisa maliciosa adornó sus facciones―. Ven, que te presento a todos.
El rizoso se llamaba Harry, el rubio Niall, el moreno Liam y él, aquel hombre dueño de la risa más maravillosa se llamaba Louis. Pronto mi mejor amiga y Zayn se fueron a, lo que supuse, hablar sin el bullicio del lugar. Me sentía cohibida al principio, pero ellos no permitieron que esa sensación se apoderase de mi ser ni un sólo momento. Reí tanto que me dolía la barriga. Todos eran increíbles y jodidamente ingeniosos, pero Louis... Bueno, él solo se bastaba para hacer reír incluso a cien mil personas con solamente ponerse bizco, de eso estaba total y ciegamente segura.
―¿Quieres bailar?―propuso Lou para hacer, más si cabe, de esa noche la más perfecta de mi vida.
Bailamos cerca de una hora, y, cuando creía que no me podría ir mejor, él me estrechó contra su cuerpo en cuanto una canción lenta comenzó a sonar.
―Eres preciosa, ¿sabías?―me susurró al oído, provocando que un maldito zoológico se colase en mi estómago y cientos de tomates se adueñaran de mis facciones. Se separó de mí unos milímetros y posó sus mares sobre mis ojos, observándome, haciendo que me adentrase en sus luceros―Apuesto a que no―sonrío. Yo, simplemente, quise detener el tiempo en ese instante―, pero ya lo sabes. Así que...―comenzó a acercarse lentamente a mi cara hasta que nuestras narices se rozaron―Preciosa―añadió antes de juntar sus labios con los míos.
El beso comenzó lento, pero luego pidió permiso―el cual concedí―con su lengua para adentrarse en mi cavidad bocal y comenzamos un intenso baile, permitiendo que el deseo recorriese todo nuestro ser. Continuamos la danza hasta que necesitamos el maldito oxígeno.
Bel y Zayn habían vuelto. Me alegré por ella. Los siete nos fuimos del lugar pasadas las cinco de la madrugada.
Louis, como el caballero inglés que es, me acompañó hasta mi vehículo. Nos besamos hasta necesitar esa maldita cosa llamada oxígeno a modo de despedida.
―Saray...―se rascó la nuca nervioso―. Esto... ¿Quieres ser mi chica zanahoria?
Yo sin dudarlo, respondí: 'Sí.'
[...]
Un mes exacto había pasado desde que aquella original propuesta de parte de Louis había sido aceptada. Nos veíamos todos y cada uno de los días después del trabajo y pasábamos el resto del día juntos hasta que nuestros cuerpos nos pedían recargar batería. Hoy estaba en especial nerviosa. Iría por vez primera a su casa a cenar por nuestro primer mes. No sabía qué ponerme, así que mejor sería que llamase a Bel.
Tres pitidos habían sonado. Y nada.
―¿¡Sí?!―tuve que separar el móvil de mi oreja, pues Bel aún no sabía que ella era la única que estaba entre multitud―Saray, dime, que dentro de nada tengo que hacerle una entrevista a... Tarda todo lo que quieras.
―Hoy voy a casa de Lou a cenar por nuestro primer mes y no tengo ni idea de lo que ponerme.
―¿A qué hora tienes que estar ahí?
―Dentro de tres horas.
―¿Y qué hora es?
―Las cinco y me...
―A las seis y media estoy ahí. Te dejo.
Así eran sus despedidas, cariñosas y largas. Nótese mi ironía.
Pasé unos cuarenta y cinco minutos mirando en el interior del armario buscando la prenda perfecta, pero no. No aparecía.
El timbre sonó y a la velocidad de la luz abrí.
―Media hora esperando y el subnormal no aparece―venía casi sin respiración―Toma―me tiró una bolsa de mala manera y entró sin esperar a ser invitada―¡Agüita, dónde estás...! ¡Aquí!
Ella es así de normal (en realidad no). Fui hasta la cocina y esperé a que me dejara sin agua de tanto que bebía.
―Date una ducha rápida, vístete y tráeme un delineador, rimmel y pintalabios.
Así hice. Después de realizar la primera de sus indicaciones, comencé con la segunda. Ropa interior de encaje salió primero de la bolsa, y, mientras miles de imágenes llenaban mi mente, me las puse. Luego fueron unos pantalones pitillo negros. Una camiseta con escote corazón y ceñida a mi torso fue lo siguiente en salir de la bolsa, seguida de una americana negra. ¿Zapatos? Zapatos no había. Pues vaya.
―¡Saray! Voy a pasar, ¿eh? Tápate que me hago bollera si te veo. Vale, no. Que paso coño―abrió la puerta y, tras silbar todavía en el umbral, se adentró en mi dormitorio―. Toma, que los traía en el bolso. Son tan muertos de hambre que hasta me cobran por una simple bolsa para llevar unos putos zapatos.
Unos simples y altos tacones blancos con punta redonda―y plataforma en ésta―salieron de la caja. Sin demorarme más, me los puse.
Bel me acicaló igual que la vez pasada, pero sustituyendo el dorado por el blanco y el carmesí por simple brillo labial. 'Esta noche no te hará falta que te pellizque las mejillas. Me voy, pásalo bien y mañana quiero detalles, ¿eh?' había añadido antes de darme un abrazo y salir al encuentro de Zayn.
[...]
Me subía por las paredes de lo nerviosa que estaba. Miré el reloj. Quedaban 25 minutos para la hora señalada, y yo ya en su casa. Bel y su manía de dejarme sola cuando necesito no parecer desesperada. A la mierda. Antes de que pudiese retractarme, mi dedo ya había tocado el timbre y la luz del porche de su humilde morada se encendió. La puerta se abrió y... ¡Madre mía de mi alma y mi corazón! A la mierda todos los orgasmos que creí tener. Mis ojos acababan de tener uno muchísimo mejor, e incluso me notaba húmeda ya. Venía con apenas una toalla cubriéndole su intimidad y numerosas gotas corrían por todo su descubierto torso. Cual mujer desesperada, me abalancé sobre él y le di el beso más intenso de mi vida. Retrocedimos sin separar nuestras bocas hasta que no pudimos más, Louis estaba contra la pared. Podía sentir su erección en mi bajo vientre. Comencé a pasear mis manos por todo su trabajado abdomen y juro que creí tener el segundo orgasmo de la noche.
―¿Y la cena?―cuestionó con una sonrisa burlona en cuanto necesitamos el dichoso aire.
―Yo quiero mi postre directamente.
Ataqué de nuevo sus labios un instante. Pero pronto se separó de mí para llevarme a su cuarto. Me acostó suavemente, como si temiese que me rompiera, sobre la cama y se puso sobre mí, aguantando el peso en sus trabajados brazos. Comenzó a besarme con delicadeza cada rincón de mi cara, para luego atacar mi punto débil: el cuello. Si el zoológico ya estaba casi completo, la estampida de los rinocerontes me hicieron preguntarme cómo diantres mi estómago seguía en perfecto estado.
Se levantó y yo hice lo mismo. Me quitó la americana, depositándola en cualquier lugar del oscuro dormitorio. Levanté los brazos para que le fuese más fácil hacer que me deshiciera de la molesta camiseta. Cuando sus dedos entraron en contacto con mi piel, temí salir ardiendo. Pero no, seguía allí, con él. Me empujó levemente para que me tumbase, y así hice. Emprendió la tortura con más besos en mi puto débil, pero no se quedó ahí, fue bajando sin apartar ni un sólo momento los labios de mi piel hasta llegar al principio de la tela que cubría uno de mis senos mientras que con sus manos iba bajando los tirantes del sujetador. Mis pechos fueron liberados, y el muchacho no dudó en atacar uno de mis pezones mientras que sus dedos índice y corazón jugaban con el otro. No sabía cuánto tiempo podría aguantar esto, las corrientes eléctricas cada vez eran más y estaba al cien por cien segura de que no tardaría mucho en llegar a la cima. Y para más tormento, en cuanto mis pezones estuvieron erectos, paró. Una de sus manos se adentró en mis pantalones y comenzó a acariciar mi monte de Venus por encima de la tela.
―Estás tan húmeda...―me quitó las prendas sobrantes y, después de ponerse la fundita del amor, volvió a tenderse sobre mí.
Poco a poco entró en mi interior, como si temiese que fuera a romperme o algo por el estilo. Aquello me estaba torturando infinitamente, así que rodeé el final de su espalda con mis piernas para indicarle que quería―necesitaba―que fuera más rápido. El ritmo de sus embestidas fue aumentando al tiempo que nuestras respiraciones también lo hacían. Colocó mis manos por encima de mi cabeza, las sujetó y comenzó a besar de nuevo mi punto débil mientras notaba que mi interior se tensaba alrededor de su miembro, lo cual quería decir que estaba muy, pero que muy cerca. Desposeyó mis manos para tenerlas libres y poder jugar con mis pezones, aumentando aún más la velocidad de sus embestidas, haciéndome llegar al clímax de una manera asombrosa, como nunca había experimentado en mi vida. Siguió moviéndose dentro de mí hasta que consiguió su liberación.
―Te quiero―susurró mientras depositaba un pequeño beso en mi sudada frente.
―Y yo, chico zanahoria.
―¿Zanahorios JÓVENES para siempre?
―Para siempre.
Vaya regalos de navidad que me haces<3
ResponderEliminarMe quieres, lo sé<3
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