Lo conseguiste.
Enhorabuena, campeón. Lo has conseguido. Me duele el alma. Te veo en cualquier cosa que hago, imagino un futuro y apareces de la nada, pienso en irme un par de días para romper la rutina y me viene a la mente tu nombre. Revuelvo el pasado y no veo nada antes de ti. Llegaste, me diste dos buenos momentos, te llevaste mis más preciados recuerdos del ayer y te fuiste dejándome destruida. Con el alma rota. No sé qué hacer si por muchos muros que construya la sola mención de tu nombre los convierte en escombros. No sé por qué mi cerebro insiste en que vuelva a la consciencia y obliga a mis pulmones a respirar si no tengo ya sueños, ni ambiciones, y mucho menos ganas de nada. Solo arrancarme el alma y juntarlo con los demás deshechos que son mi ser. Dolor. Curiosa palabra, ¿verdad? Y todos le temen. Pero, ¿y yo? Yo aprendo a vivir y a regodearme en él y a convertirlo en mi mejor amigo. Y tú le enseñaste muy...